
Mi lado más humano...
Quién soy y por qué hago lo que hago
Desde chico, la fotografía fue parte de mi vida. Siempre me atrajo capturar momentos, jugar con la luz, experimentar. También me interesaban el diseño gráfico y todo lo que tuviera que ver con la informática, así que la cámara fue una extensión natural de esa curiosidad.
Mi primera cámara seria una Benq compacta con ajustes manuales y un zoom 5x, con la que recorría Montevideo haciendo fotos de paisajes y detalles urbanos. Más tarde, con una Canon Bridge y su superzoom, empecé a descubrir nuevas posibilidades. A donde fuera, llevaba mi cámara. Sacar fotos era parte de mi manera de mirar el mundo.
La fotografía social llegó casi por casualidad: un amigo que tenía una discoteca en Tacuarembó me invitó a fotografiar un cumpleaños de quince. Esa noche descubrí algo nuevo: la emoción humana. El movimiento. La historia detrás de cada mirada.
Compré mi primera DSLR (una Nikon D3200) y, meses después, mi fiel Nikon D610 que aún hoy me acompaña.
Desde entonces, supe que mi camino era contar historias reales, llenas de vida.

Qué siento al fotografiar una boda

Qué me diferencia
A veces me lo pregunto. No creo en fórmulas mágicas, pero sé que no me conformo con hacer "más de lo mismo".
Elijo formarme continuamente, viajando a congresos y talleres fuera de Uruguay, buscando inspiración, aprendiendo de los mejores.
No porque esté insatisfecho, sino porque sé que siempre puedo ofrecer algo mejor a cada pareja que confía en mí.
Ese deseo constante de crecer es, quizá, mi mayor diferencia.
Lo que me emociona
Me conmueven los abrazos sinceros entre padres e hijos, las lágrimas en las ceremonias religiosas, las palabras que nacen del corazón.
Disfruto especialmente del getting ready, ese momento íntimo en que la novia todavía es ella misma, relajada, rodeada de quienes la quieren.
Me emociona ver cómo la cámara puede congelar esos instantes —efímeros, irrepetibles— y convertirlos en recuerdos vivos para toda la vida.
Fotografiar bodas es sumergirme en una montaña rusa de emociones.
Cada parte del día tiene su propio ritmo y su propia belleza: el ajetreo íntimo del getting ready, el recogimiento solemne de la ceremonia, y la explosión de alegría de la fiesta.
Aunque como fotógrafo estoy pendiente de mil detalles —buscar el mejor encuadre, la luz perfecta, capturar lo invisible—, disfruto del caos, de ese ir y venir de emociones auténticas.
No es simplemente “sacar fotos”; es bailar con los momentos, ser testigo y narrador a la vez.
Los valores que me guían
Trabajo con empatía, compromiso y sensibilidad. Creo profundamente que la fotografía de bodas no es solo técnica: es corazón.
Capturo emociones reales, y para eso primero hay que saber sentirlas.
Profesionalismo para mí significa llegar preparado, dar lo mejor, y saber estar en los momentos grandes y en los pequeños.
No solo fotografío una boda: acompaño a las personas en uno de los días más importantes de sus vidas.

Brian Ibarburu









Gracias por llegar hasta acá.
Si sentís que conectamos, me encantaría que charlemos sobre cómo puedo contar tu historia.
Tu día, tu historia.