Mi experiencia en el Workshop con Víctor Lax en Chile: lo que aprendí y lo que me marcó
- Brian Ibarburu
- 5 jul
- 3 Min. de lectura

Si estás metido en el mundo de la fotografía de bodas, sabés que hay nombres que suenan fuerte. Y uno de ellos, sin dudas, es Víctor Lax. Su trabajo tiene una mezcla de técnica impecable, creatividad total y una sensibilidad que hace que cada imagen cuente una historia. Así que cuando vi en su Patreon que iba a hacer un workshop en Chile, no lo dudé ni medio segundo.
Por qué elegí asistir al workshop con Víctor Lax
Aunque suelo tomar decisiones bastante impulsivas (con algo de lógica, pero sin muchas vueltas), esta fue una de esas que simplemente tenía que ser. Chile no está tan lejos, los pasajes no estaban imposibles, y la idea de aprender directamente de uno de los fotógrafos que más admiro era demasiado tentadora.
Ya había hecho un workshop con Juyá Gentil en Colombia, así que sabía lo valioso que era ver a alguien trabajar en vivo. Pero con Víctor Lax había algo especial: lo seguía desde hacía tiempo, había visto sus videos, su contenido en Patreon, sus fotos premiadas, y su forma de manejar la luz y de posar a las parejas me parecía brillante.
El nudo en la panza y la estrella de rock
El workshop fue en un hotel de Santiago, y me hospedé ahí mismo para no perderme ni un minuto. El primer día, salí de la habitación rumbo al salón del curso con un nudo en el estómago. Como cuando vas a un recital y ves a tu banda favorita por primera vez. Entré y ahí estaba: Víctor, en persona, como si fuera uno más. Y eso, que sea tan accesible, tan de carne y hueso, ya te cambia todo.
Desde el primer saludo fue todo cercanía, cero divismo. Durante el curso no se guardó nada. Compartió todo: técnica, procesos, ideas, errores, motivaciones. Almorzó con nosotros, se quedó a charlar después del workshop. Fue generoso con su tiempo y con su experiencia. Y eso, para los que admiramos a alguien, es de lo más valioso que puede ofrecer.
Practicar, equivocarse, preguntar
Uno de los momentos que más me marcó fue la parte práctica. Ver cómo resolvía situaciones reales, en locaciones comunes, y cómo lograba crear magia con luz dura, rincones simples o encuadres inesperados. Me ayudó a romper la idea de que necesitás lugares “espectaculares” para hacer fotos memorables. A veces es solo cuestión de mirada y decisión.
También hicimos un ejercicio muy bueno de storytelling visual: nos dio sobres con fotos impresas y teníamos que armar una narrativa visual, como si estuviéramos creando un post para redes. Fue interesante porque muchas veces subestimamos ese aspecto: cómo contamos, cómo ordenamos, qué mostramos primero. Y eso también es parte de nuestro trabajo como fotógrafos.
Lo que te llevás (además de fotos)
Volví a Uruguay con la cabeza llena de ideas, con los ojos más entrenados, y con esa energía linda que te da el compartir dos días con colegas de distintas partes, todos en la misma búsqueda de mejorar y crecer. A los días ya tenía bodas agendadas, y empecé a aplicar lo que aprendí sin darme cuenta: cómo iluminar distinto, cómo buscar otras composiciones, cómo pensar la historia entera antes de disparar.
Estas experiencias te quedan adentro, como cuando aprendés a andar en bici: al principio pensás cada movimiento, después ya lo hacés sin pensar. Lo mismo con todo lo que te deja un workshop así. Se te instala, y se vuelve parte de tu forma de ver.
¿Lo recomiendo? Obvio.
Totalmente. Si tenés la posibilidad de hacer un workshop internacional, no lo dudes. Ya sea con Víctor, con Juyá, con Fer Juaristi, con colegas uruguayos o con fotógrafos de afuera, siempre se aprende. Y no solo del que da el curso, también de los compañeros, de las charlas, de compartir las mismas dudas y las mismas pasiones.
¿Y vos? ¿Tenés ganas de vivir una experiencia así?
Si estás en la fotografía de bodas o estás pensando en meterte, te animo a formarte, a aprender y a compartir. Y si querés charlar sobre talleres, o si estás buscando un mentor, escribime. Siempre estoy del otro lado del mail o de Instagram para conversar.
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